La transición verde del sector audiovisual

Artículo de opinión:

Rosa García Loire (Presidenta de la Red Española de Clústeres Audiovisuales)

El audiovisual acelera su transición hacia la sostenibilidad, como ya lo hicieron anteriormente otros sectores industriales como pueden ser el agroalimentario o el de la energía, y como inevitablemente lo tendrán que hacer otros. En la crisis medioambiental que atraviesa el planeta actualmente, el cine se caracteriza por la alta itinerancia que implican los rodajes, las grandes infraestructuras de  decorados que, en muchos casos, aunque parezca inverosímil, siguen siendo de usar y tirar, y por su alto consumo energético.

Ya no se trata únicamente de una cuestión de valores y concienciación en torno al medio ambiente; las productoras están cada vez más presionadas para  implementar medidas de sostenibilidad que reduzcan la huella de carbono de sus rodajes por diversos motivos. El primero, una creciente regulación por parte de las administraciones públicas. El ICAA (Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales), por ejemplo,  en sus líneas de ayudas para llevar a cabo producciones audiovisuales otorga, desde 2022, un punto más en la baremación a aquellos proyectos que incluyan un sistema de medición y registro de impacto medioambiental y reducción de la huella de carbono.

Por su parte, las grandes plataformas de contenidos, en su gran mayoría obligadas por la filosofía de sus centrales estadounidenses, van imponiendo cada vez requisitos más exigentes de protección del medio ambiente a las productoras a las que contratan para producir sus series y películas. A todo esto se suma la extensa proliferación de sellos verdes, guías y decálogos de buenas prácticas que han surgido de iniciativas tanto públicas como privadas para tratar de poner al día al sector audiovisual en temas de sostenibilidad y responsabilidad medioambiental.

Es fácil prever que, lo que hoy son en su mayoría recomendaciones para realizar una producción audiovisual más sostenible, más pronto que tarde serán requerimientos obligatorios con un gran peso en la viabilidad de un proyecto. Las productoras y profesionales que mejor se hayan preparado para esta transición tendrán más opciones de continuar en la industria.

Sin embargo, no todo depende de las productoras. La falta de opciones sostenibles en multitud de eslabones de la cadena de valor del sector audiovisual, las desigualdades entre estos servicios en los distintos territorios o la falta de proveedores “verdes” son factores que hacen muy difícil reducir la huella de carbono en algunos rodajes. Un claro ejemplo es la falta de disponibilidad de generadores eléctricos.

Además, el encarecimiento de costes en un sector en constante cambio hace que se ralentice esta transición por lo que son necesarias ayudas específicas para que el audiovisual pueda ser realmente sostenible. Para una transición efectiva, es necesaria también la información y la divulgación. Hay multitud de productoras pequeñas implementando medidas sostenibles en sus rodajes sin ser siquiera conscientes de ello, medidas que pueden ser tan sencillas como el hecho de realizar los desplazamientos en transporte público o vehículos compartidos, simplemente por razones de ahorro de tiempo y presupuesto, mientras que en otras grandes producciones se sigue utilizando transporte privado prácticamente individual, para desplazar a actores y actrices. Por eso es tan necesaria la formación en sostenibilidad, una formación específica para los distintos departamentos y profesionales que intervienen en un rodaje y, por supuesto, la implantación de módulos de sostenibilidad en los planes de estudios de universidades, centros formativos y escuelas técnicas donde se forman los futuros profesionales del sector audiovisual. 

Todo esto mientras se busca la manera de llegar a un consenso entre el mar de sellos y certificaciones vigentes, para que haya ciertos criterios comunes que nos hagan regirnos a todos por los mismos estándares. Con ello, será más fácil conseguir que el concepto de green shooting sea una realidad más tangible, sin caer en la superficialidad del famoso greenwashing